martes, 3 de septiembre de 2019

¿Cel o no cel? He ahí la cuestión

Lejos de pretender argumentar contra la prohibición, cuando se trata del uso de los dispositivos móviles en las escuelas habría que plantear el problema desde varias perspectivas, a fin de ver qué tan pertinente resulta utilizar o no los teléfonos celulares en las aulas, o si solo es necesario cambiar las estrategias para que los alumnos los utilicen con fines didácticos.

Y es que parece que sirve más orientar al alumno para que aprenda desde su dispositivo móvil que prohibirle el uso. Naturalmente, esto requiere un uso eficaz y una supervisión docente igualmente eficaz. Sin embargo, es aquí donde el dedo en la llaga arde de sobremanera.

Las tendencias sirven como un termómetro para medir cómo se encuentran las preferencias de los usuarios. Pongamos un ejemplo: el uso de la telefonía móvil en los conductores de autos. A pesar de que hablar o textear mientras se conduce es ahora la principal causa de accidentes viales, según la Cruz Roja en reportes recientes (vea https://noticieros.televisa.com/historia/hablar-o-textear-primera-causa-accidentes-viales/), y pese a que las leyes mexicanas de tránsito y vialidad prohíben el uso de teléfonos celulares, ha generado un fenómeno que los desarrolladores de automóviles han aprovechado para crear los vehículos autónomos, cuyo uso ha generado también un debate sobre si resultarán o no un avance para el transporte de las personas y las mercancías (véase Los vehículos autónomos no acabarán la congestión vehicular).

Por lo pronto, en Francia ya se prohibió el uso de los teléfonos móviles a chicos de secundaria. El argumento es simple pero contundente: evitar que los niños se desconcentren de las actividades académicas (véase Francia prohíbe a alumnos usar celular en las escuelas).

Sin embargo, nuestro contexto social y cultural es muy distinto y distante al europeo. En México más que una novedad resulta un mal necesario: al igual que los vehículos de combustión interna, son necesarísimos para realizar gran parte de la comunicación diaria entre amigos, familiares y un gran etcétera. No obstante, este aparente avance en las comunicaciones produce al mismo tiempo un fenómeno inversamente proporcional: la despersonalización de la comunicación humana. Es decir, así como nos sirve para comunicarnos con alguien de manera inmediata hasta el otro lado del planeta en cuestión de segundos, así también puede alejarnos del compañero(a) de enfrente o al lado de la mesa.

Ante esta paradoja de la posmodernidad, la fascinación que produce en las personas el uso de la tecnología móvil es tanta que se ha convertido en prácticamente una extensión del cuerpo humano indispensable para casi todas las actividades cotidianas. A tal nivel de necesidad ha llegado que resulta igualmente casi imposible separarse de este y, cuando se pierde, olvida o se le separa, se produce un verdadero conflicto.

El uso excesivo o abuso del teléfono celular en los alumnos puede provocar no solo efectos adversos en el aprovechamiento sino también efectos nocivos propios de una adicción: ansiedad, enojo, entre otros síntomas considerados dentro de la nomofobia (del inglés No Mobile Phone Phopia), un trastorno psiquiátrico producido por adicción al cell (véase La nomofobia: la adicción a nuestros celulares).

Entonces, ante el dilema que resulta de usar o no el cell en el aula, hay que sopesar en qué medida y por qué razón es justificable usarlo, toda vez que esto implica un reto adicional en una era donde convivimos generaciones que hemos presenciado la transición de lo analógico a lo digital con las nuevas generaciones que lo primero que vieron en este mundo fue un teléfono celular con una cámara grabándolas.

Hay, pues, que concienciar a los alumnos, capacitar a los docentes, así como a padres o tutores, para que colaboren en una propuesta de solución al problema de una tendencia que crece cada día más y es, al parecer, irreversible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario