domingo, 2 de junio de 2019

Sobre el robo de una placa a la tumba de Mark Twain

Mark Twain (Florida, Misuri, 30 de noviembre de 1835-Redding, Connecticut, 21 de abril de 1910). Fotografía de A. F. Bradley (Nueva York, 1907).

La ignorancia es uno de los grandes males que existe sobre la faz de la tierra. A veces por ignorar algo o a alguien cometemos crasos errores. Sin embargo, como de blanco a negro hay varios matices de gris, es necesario decir que hasta en la ignorancia hay niveles. Por una parte, se encuentra la ignorancia deliberada y, por otra, la ignorancia natural. Esta última hasta cierto punto puede eximirnos de cualquier adversidad (mas no de responsabilidad), toda vez que no se debería juzgarnos por desconocer algo o porque simplemente no lo hemos aprendido o no nos lo han enseñado. Pero, por otra parte, la ignorancia deliberada es, o puede ser, cruel y despiadada, porque aquí interviene la voluntad de no querer saber y, por ende, el no importarle lo que pueda acaecer.
Viene a cuento esta reflexión por una noticia de la cual me he enterado recientemente, en la que se refiere que han robado una de las placas de bronce representativa en un monumento de la tumba del escritor norteamericano Mark Twain, cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens (1835-1910).
De acuerdo con la noticia dada a conocer por la agencia Associated Press, la placa fue sustraída del cementerio de Woodlawn en Elmira, al norte de New York, por lo cual la policía ya investiga quién o quiénes fueron los autores del robo.
Mientras tanto, lo que en cierto momento y lugar pudiera parecer insignificante, toda vez que puede llegar a ser muy frecuente que haya ladrones de este tipo de materiales que venden sin problemas en los recolectores de desechos, lo curioso es que se realizó en la figura del escritor reconocido por Las aventuras de Huckleberry Finn y Tom Sawyer -ambas basadas en las vivencias a orillas del Mississippi, esta última más autobiográfica que la primera-, y por lo tanto un hombre insigne de la cultura.
La pregunta obligada aquí y ahora es: ¿se habrán robado la placa de Mark Twain sin intención o deliberadamente?
Como sea que haya sido, lo que se busca en esta opinión no es juzgar el hecho en sí mismo sino en matizar la manera en que éste se concretó, pues siempre estará presente el dilema de si es o no válido robar por necesidad.
Lejos de querer catalogar como ignorante a quien cometió el robo, lo que resulta curioso es que gracias a este en apariencia insignificante hurto muchos, entre los que me incluyo, nos hemos acercado a la vida y obra de un importante escritor, aventurero, periodista que dio carácter popular y un humor muy singular, en el contexto de la era industrial (siglo XIX y XX), a las letras universales.
Por eso digo: "¡bienaventurados sean los pobres que robaron la placa de Mark Twain, porque de ellos será el reino de los cielos!".

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